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jueves, 30 de marzo de 2017

Arquímedes

El engaño real: la corona que no era de oro.
Corría el siglo III a.C. cuando el rey Hierón III gobernaba Siracusa. Durante su mandato, había ordenado a un orfebre la construcción de una corona de oro. El monarca, sin embargo, dudaba de la honestidad del fabricante, ya que podría haber incluido plata en la construcción y haberse quedado con los lingotes de oro que hubieran sobrado. ¿Pero cómo demostrarlo?
 Hierón hizo llamar a Arquímedes, un matemático, físico, astrónomo, ingeniero e inventor griego emparentado con el monarca. Solo él podría averiguar si en efecto la corona era fruto de un engaño. El científico sabía desde el primer momento que la solución pasaba por calcular la densidad de la corona, que pesaba lo mismo que un lingote de oro. Para saber si la obra del orfebre era o no verdad, había que determinar el volumen, que ayudaría junto con la masa a calcular la densidad de la pieza. Solo así se sabría si contenía oro puro o trazas de plata.


Un día, mientras tomaba un baño, Arquímedes se percató de algo muy básico: el nivel de agua subía cuando él se sumergía. En otras palabras, al sumergirse en la tina, estaba desplazando un volumen de agua tal que equivaldría a su propio volumen. Aplicando el mismo principio, podría saber el volumen de la corona del rey, y así hallar su densidad.
Emocionado tras su hallazgo, Arquímedes salió de la bañera gritando ¡Eureka!, que significa «Lo he encontrado». Hallando la densidad de la corona real y comparándola con la densidad del oro, sabría que en el caso de que el primer valor fuera inferior al segundo, el orfebre habría engañado al monarca.


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